sábado, 15 de noviembre de 2008

regreso al hogar 1


Allí, en Boston se sentía cada vez más solo. Su abuelo hacía un par de semanas que había muerto. Y su esposa e hijo, acababan de ser enterrados unos días atrás. Aquella maldita epidemia estaba haciendo estragos en la gran ciudad. No había día en el cual no se oyeran los gritos de angustia de alquien que perdía a un ser querido. La muerte se paseaba libremente. Incluso él había estado enfermo, pero…¡maldita sea! Estaba vivo. La muerte pasó por su lado sin prestarle atención.

-¡Papá! ¡Cuánto te hecho de menos!,- susurraba el hombre que miraba a la calle oscura, solitaria y silenciosa tras un largo día de muerte… recordaba a su padre, a aquel hombre afable, generoso, trabajador y humilde que no dejaba una sola de sus cartas sin responder, que le dio la vida y, al cual tanto respetaba y quería… esa persona entendería su dolor, porque también perdió a su esposa, y con el dolor de su corazón, a un hijo, que se había convertido con el paso de los años en el amigo de aquel que en la ventaba miraba algo que no estaba, oía algo que nadie decía, y sentía algo que solo se hallaba en su mente y en su corazón.

-Perdone Frank, pero el doctor ha llegado.-El que fue criado de su abuelo seguía trabajando en la casa, pero solo porque él no podía valerse por sí mismo, tan débil que aún estaba. Además, el criado, que se llamaba Steven, era un excelente ayudante en la empresa, y fue una gran ayuda cuando todos enfermaron.

-Hola Frank. ¿Cómo te encuentras hoy?.- El médico no esperaba una bienvenida, ni tampoco una mirada, ni una respuesta. En realidad, esperaba verle en el sofá, hallarlo de pie, junto a la ventaba era muy extraño.-Ven aquí por favor.

Frank se mostró tan colaborador como siempre, pero sin hablar. Tenía la mirada perdida. Aquella casa, que podía hacerse convertiso en un mundo de juegos y fantasía para su pequeño, en un mundo de juegos y sociedad para su esposa y podía haber acogido los años más felices de su abuelo… no acogería nada. Era enorme, fria, vacía…era...

Dejó escapar algunas lágrimas, que humedieron su rostro apenado. El médico detuvo el reconocimiento. No podía hacer nada por su dolor ni por su sufrimiento. Pero algo se podía hacer por esa vida que poco a poco se apagaba.

11 comentarios:

Rafa dijo...

En esas ocasiones, lo mejor es dejarlo estar y como bien dices en el relato hacerle la vida más grata al enfermo. Puede ser que se le olvide pero ese momento fue vital, y le provocaría una felicidad espontánea, no por ello mas importante.

Felicidades

Rafa dijo...

No me importa, yo tb hice lo de las entregas pq lo vi por ahí.

Ah por cierto no soy Didac, jejejeje

no pasa nada

Un beso

Arwen Anne dijo...

gracias por tu comentario halatriste y perdona, de verdad, es que tenia abierto los dos blog y puse el mensaje donde no era, perdona por el error

Thiago dijo...

Bueno, triste retrato, aunque subyace el amor debajo, un amor que ya no podrá manifestarse...
Bezos

Arwen Anne dijo...

me alegro de que te guste thiago, un beso también para tí

Didac Valmón dijo...

Un relato conmovedor, me ha gustado com relatas todo...genial!

Arwen Anne dijo...

gracias didac, la verdad es que es solo un boceto, pero me alegro de que os guste

Lola Mariné dijo...

Bueno, el relato promete. Sigue adelante.

Arwen Anne dijo...

hola lola, desde luego que sigo, creo que al menos necesitaré 4 partes para que la lectura no se haga pesada

Anónimo dijo...

Anda, ¡no he visto el relato! Se nota que he tenido una semana ajetreada. :)

Arwen Anne dijo...

tranquila costarossa, yo tampoco tu comentario hasta hoy así que...