-Hola Frank -saludó la joven desde la puerta sin atreverse a entrar- ¿Podemos hablar?
-Pasa Ana y bienvenida. ¿De qué quieres hablar? -Frank la invitó a pasar cortésmente.
-Sabes entonces quien soy.
-Claro que sí. En este mundo todos nos conocemos. Por favor, entra y siéntate.
La joven así lo hizo, mientras Frank marchaba a la cocina en busca de agua para la joven. Sabía que los personajes de la autora que eran femeninos no bebían alcohol, así que no preguntó. Pero ardía en su interior las ansias de saber a que había ido Ana, aunque ella parecía muy segura de sí misma. Demasiado.
-Ana -dijo Frank entregándole el vaso- ¿de qué querías hablarme? Hazlo con toda tranquilidad.
-Vengo a pedirte que me des permiso para embarcar. Déjame ocupar tu lugar -La respuesta fue tan contundente que Frank sintió un escalofrío.
-Sabes que puedes pedirme lo que quieras. Menos eso -Frank se lamentó de su respuesta, pero no tenía otra para ella.
-¿No te das cuenta? A nadie le interesa lo más mínimo una historia del oeste. Nadie quiere leer eso. Nadie -.Ana levantó la voz de forma estrepitosa. No controlaba sus poderes y delante de aquel hombre, estaba incluso dispuesta a usarlos.
-Ana, tranquila. De este mundo todos salimos. Todas las historias se cuentan. Todos saldremos de aquí bien para el recuerdo ó para ser reales…
-¡Eres imbécil! ¡Te crees que por llevar una pistolita eres especial! ¿No ves Frank que necesito contar mi historia y que es más importante que la tuya?
-Yo también necesito contar mi historia y todos los que estamos en este mundo. No me creo especial. Para nada. Mi vida es como cualquier otra.
-Entonces deja que yo cuente la mía. Vete a otro lugar.
-¡No! -Frank ya no podía más, se levantó del sillón y dio la espalda a la joven. Le había dado donde más le dolía. Pedirle un favor y no poderlo cumplir, para él era una maldición- .Nosotros no decidimos nada. Son los autores quienes escogen…
-¡Cállate! -Ana interrumpió a Frank y le dio una bofetada que casi le tiró al suelo.
-Ana, escúchame -Frank sujetó por los brazos a la joven que lloraba- Nosotros elegimos a nuestros autores, pero ellos eligen el orden en el que nuestras historias se cuentan.
Ana lloró desconsolada en los brazos de Frank. Mientras lo hacía, sus alas de hada empezaron a aparecer. Llevaba poco tiempo con sus poderes y no los controlaba.
-Lo siento -Ana se avergonzó e intentó que sus hadas desapareciesen.
-Tranquila Ana, no tienes porque disculparte. Pero eso es una prueba de que aún no estás preparada.
-¿Y tú sí? Venga Frank. ¡Los personajes nos crecemos durante el viaje!
-Ana. No. Ya es demasiado. No comiences otra vez.
-Quiero embarcar, lo necesito. Ahora tengo la capacidad de poder contarlo. Luego no podré hacerlo. Toma el próximo barco. Te lo ruego.
-Yo elegí a esa autora y ella que yo tomase ese barco. ¡Compréndelo!
-¡No me grites! ¿Nadie te ha enseñado como debes comportarte delante de una mujer?
-¿Y a ti nadie te ha dicho que si se va de visita ni se grita ni se pega? -Frank pronto se arrepintió de sus palabras- ¿Por qué quieres embarcar? -Frank quería saber ya de una vez la razón de tanta insistencia.
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es más larga, pero iré poniéndola por partes